martes, 9 de noviembre de 2010


Hubo un hueco azul en el palacio, la justicia abrió las puertas y todos salimos eufóricos a jugar. Pero el salón de los espejos quedó de paso y me vi sin ganas de irme, anclada en todas las líneas que atravesaban mi cuerpo. Me vi las arrugas, cicatrices, partidas, abandonos, me vi las despedidas, los llantos; me vi sin gracia y de lejos. Soy pirámide de auto-control hecha de caucho. Hubo un hueco azul en el palacio y al contemplarlo no quise más que... No quise más que huir, o retomar el texto. Decía que hay algo que invade los años, me circunda. Crecí y aprendí todas esas palabras inútiles para no aplicarlas porque verdaderamente no las recuerdo. Hoy acá todos deseamos que algo termine y algo empiece de una vez.
Tengo odio por haber usado un balde de alquitrán para lavar miedo y odio,
y el fósforo era el lápiz sobre el papel. No van a bastar todos los días del perdón, hay un hueco azul y no te olvidás de esto. Yo también me tenía miedo. Y más odio del que pudiste albergar. Pero no sigas viniendo a buscar eso, no lo necesitás. Hubo un hueco azul, y quizás si estabas atrás de alguna puerta con la oreja sobre la madera esperando a que grite y una reflexión tardía del sonido diga: volvé. Aunque haya un hueco azul, esa palabra no existe. Sigo teniendo todo lo nocivo y macabro, pero cada vez más por dentro.
Todavía los espejos no estallaron y destruí los nervios apretando la pelota lumínica.
Ya no funciona, no te quedes sin hablar que no estás atrás del teléfono, decile lo que pensás, ninguno pierde nada, a lo sumo va a preguntar de dónde sacaste ese ramo de jazmines.
Si me ves en posición fetal escribiendo esto, te equivocás, una vez sola se vuelve al útero, y hoy no es el caso.
Tan solo hay un hueco azul, y dormir es un obstáculo. Perdón pero no quisiera irme sin saber, porque si después de tanto espasmo vas a dejar de sentir dolores en el pecho, debería yo poder deducir que el hueco azul lo cerraste cuando yo abrí la boca para amargar el silencio de todo el palacio.