No es necesario esconderse tras el absurdo, metaforizar todo, darte un beso y ponerme a llorar, pedirte que te vayas, exigirte que te quedes, culparme, culparte, hacer análisis del discurso antes de que termines la frase.
No es nada agradable sentarme al lado tuyo para clavarte puñales, para exigirte que seas otro, para alimentar a esa incomunicación que tanto nos separa. No me enorgullece ser hiriente en este caso.
Lo dije mil veces yo jamás te ocultaría nada, por eso está acá, sos vos el que no ve. Yo te escribo, te nombro mil veces, te nombro hasta en cada letra. Vos vas a los gritos diciendo nada.
Me aturdís de silencios, esos silencios se dan cuando entre tanto barullo, yo no escucho ni una palabra. Son términos recurrentes y vacíos, no importa cómo los unas.
Te volví a dar vuelta la cara por el no. El no que si bien no es más fuerte que el si, lo supera y se averguenza, se oculta.
No es necesario esconderse tras la ambiguedad, bifurcar todos los caminos, decirte mil veces las mismas frases, demandarte una sola de las interpretaciones, pretender que elijas la correcta, ponerme a llorar, pedirte que te vayas, y escucharte hablar a los gritos diciendo nada.