Manos que hurgan entre mis impulsos inconscientes y toman aquellos que fueron etiquetados en el recuerdo,
empiezan a traducirlos...
Te cuentan de esa vez en que te fuiste a caminar por la playa,
siempre queriendo huir,
y reproducen la escena, con cierta, pero no certera fidelidad.
O tal vez relatan aquella historia oculta que fascina a todos,
la que intenta explicar cómo tu último desamor se convierte en el peor de los fantasmas y te persigue cuando estás sola.
Eligen siempre, y de cualquier modo, un mal trago. Agotan esa botella hasta que se les acalambran los dedos.
Hoy no hay nada fuera del impulso, es solo mirar las letras y optar por nombrarlas.
Y hablar del fantasma
/que hiela la voz al reconocer su existencia/
que cuesta entender que no está detrás si se considera al tiempo como una cinta en la que nos desplazamos.
Dentro si es un recipiente, delante a juzgar por cómo caminamos.
Está en mis proyecciones, y juro que no es - de ninguna manera- lo que espero.
Me mira fijo ¡ y los rieles no se tuercen !
está ahí, mirándome cínica-lastimosamente,
porque su descaro al mentir pretende mover a la compasión.
Pero solo me atemoriza, me desgarra, me paraliza,
antes de ser ese tren, yo prefiero dejar de atropellar a quienes amo.
Y freno, sin posibilidad de retroceso, freno.
Lo que me espera adelante, lo que dejé atrás, la desolación en mi pecho, el cúmulo de angustia, la mirada del fantasma, el frío que acecha, el olor a matadero de corazones, todo tan trágico y sangriento, una mala película.
Contraria a aquellas que veíamos en un sillón, que nunca lo dije, pero olía terriblemente mal,
como vos cuando volvías con ese tufo a mentira, a amante, si,
a un asco de fémina a la cuál deberían quitarle tal maravillosa cualidad, calidad de género.
Mujer que degrada a otra mujer no debe llamarse mujer sino lamento, o en todo caso llamémosla insulto.
Insulto que no actúa por amor ni por deseo,(así no podría nombrársela insulto, talvez confusión),
si no que reacciona por sus complejos de inferioridad implantados por un ser humano vil,
probablemente en calzonsillos.
Seguirá la historia de esta misma manera, una mujer que aborrece a un demonio que la atormenta, hasta que ella, recién peinada-maquillada, logre quitar de su paso los verdaderos amores solo por un minuto, active la locomotora y cerrándo sus ojos se lleve bien por delante a esos dos ojos rojos y verdes, luces del horror.
Y continue, y deje en un bagón todo lo que no merece ser más que un archivo, y establezca como cláusula predilecta lo siguiente:
-" el pasajero que no sea justamente lo que esa nómina implica, gozará de ciertos privilegios durante la jornada final de su intensa búsqueda"
A saber,
- especial ubicación
- garantía de servicio
- destinos reprogramables
- paradas de descanso
- asientos reclinables
- solicitud de auto-locomoción.
Cercioré de esta manera, una firma clara y de trazo punzante en el contrato más simple de todos los tiempos.
Que vos estés en el viaje, que el fantasma quede pisoteado en las vías, que mi pelo vuelva sobre mis hombros, que se frunzan las comisuras de la sonrisa verdadera.
Y de que no hagamos nada en toda la noche más que apreciar el recorrido,
(de mis dedos sobre tu espalda).
Solo así detendré el impulso, detendré la marcha ciega, solo así detendré a mis manos, quienes sujetas a la razón, no parecen ir hacia ningún lado.