lunes, 8 de junio de 2009

Manga de Inútiles


Tu juicio, hubieses empezado por ahí, el tuyo.

Mirá al espejo, que feo, todo lo que ocupas en el espacio y encima todos esos vacíos. Uy!, ¿Son los vacíos no?, te molestan mucho. La madrugada, claro, es el momento, te carcome tu mundito complejo, el que inventas día tras día, y estás sola, y todos piensan que es porque así lo querés. Nadie ve el abandono, nadie ve la verdad de tu desintegro gradual, me río, te reís, se ríe, pero che, que no se puede vivir así, que no se puede vivir viviendo, pero che que tristeza tan absurda.

Tu juicio.

Y mirá, mirate mirando el teléfono; mirá, estática oliendo a putrefacción y con ese pijama tan enorme que te hace sentir más enorme.

La gente, está por todos lados, te aprieta en el tren, en el colectivo, en las filas, en la mesa familiar, pero es el vacío, como masa invisible, nadie penetra el vacío, nadie se individualiza a tu mirada y las pequeñas caras con sonrisas se parecen a recuerdos, se parecen a un ...te olvido.

Tu juicio. Tu juicio generaliza situaciones y las agrupa en conceptos,

de repente son tus amores, tus miedos, tus proyecciones y tus responsabilidades.

Pensás que del amor no querés ser parte, entonces te dominan tus miedos,

y a tus proyecciones, claro, a tus proyecciones las tapan tus responsabilidades,

querés creer que estás caminando para donde deseaste, pero si lo meditás un segundo te das cuenta que entre tu persona y un auto barado

puede establecerse una analogía de lo más completa y todos empujan y todos aceleran, vos hechas humo blanco.


La luz, la luz de tu juicio, la luz de esas personas como tazas colmadas de leche caliente con un poquito de wisky, en el otoño casi invierno, en el árbol casi pelado, el hielo de tu actitud, el regocijo frente a sus palabras, y esa promesa de día lindo, de día soleado parece materializarse. La hermandad te salva, siempre te va a salvar ese llamado por teléfono, ese chico que te quiere, esa amiga que respeta tus silencios casi interminables, casi inevitables.


La ciudad llena de códigos y recursos literarios, inmersa en el silencio de bocinas y gritos, de nombres mal pronunciados, de nombres que no designan nada, de abreviaturas, con sus libretas, papeles, cuentos de tren, que se olvidan a llegar a casa, con todo ese hambre y malestar. Yo no me llamo así. Yo te miro las pestañas mientras dormís en el colectivo, yo pienso que tengo el derecho de hacerlo.


Yo descreo mecánicamente de tus aptitudes para la retórica, de tu capacidad de tolerancia, de tu ideología y tus competencias. Vos, bruto, no sabés leer a las personas y que te da lo mismo el pelo atado o el pelo suelto. Vos bruto y bien vestido, yo medio bruta y medio bien vestida.


¿ Me querés contar que otra ciudad aparte de Buenos Aires? ¿Me decías que el azul antes que el gris?


Manga de inútiles. Todos limpios e improvisados, como los edificios que levantan, si, son improvisados, porque los levantan sobre la nada misma, sobre el concepto de inmediatez, de relativas (siempre relativas) resistencias, relativa perdurabilidad. Sos tan lindo, pero no existe, mentalizate que no existe. Como una idiota vos seguí, seguí escribiendo Rayuelitas de bolsillo y esperando que un resplandor te eclipse la cabeza y lo veas entre la multitud y el abrazo sea para vos.Vos, que nadas a las manos extendidas por poco y aterrizás en la mesa del taller, con toda la incomodidad del banquito casi alto y un cúmulo de seres humanos a unos pasos.De repente te ves partiéndole el banco a algún X en la cabeza y yendote corriendo, pero sin la necesidad de gritar, te vas. Cobarde, la cobarde que pregunta qué dice esa señora. Soy yo. Me parece que me voy. Ya vengo. Voy al baño.


La sequía de sonrisas es como el chiste que nunca entiendo. Manga de inútiles, no lloren sobre las vías, no esperen un año para comerse la nuez de tres puntas, no le recen a fulano, no voten al genocida porque es más lindo que el ladrón. Manga de inútiles, no se laven la conciencia con limpiavidrios que cargan otros en sus manos, sucias. La perversión lejos está del sexo, es el ultraje de otras cosas que no refieren específicamente a eso, realmente no. La decepción insuperable, la voz que se contiene, la culpabilidad de los inútiles. El sol en el ceño de tus ojos, toda la expresión fruncida y costosa. La interpretación de una ironía predecible, ella no se ríe del sol, se esconde de la noche. Pone play con esa cara que se cae de fiebre, una canción hindú pretende saciar esa sed de kilómetros por delante, pero la globalización es lo único que la involucra a todo eso, y desde su computadora, hundida en el sillón y mirando fotos de inútiles limpios cosmopolitas. Te apunta, como una nota en una servilleta, te apunta, con el índice que por la distancia parece cubrir su ojo derecho y nada es casualidad, te apunta, esgrimiendo el poder de ser el que tiene la ventaja en esta cacería, te apunta, como su fueras un retazo de tela, te apunta con grandes puntadas de hilos de plata.


Con la rotación que quedó en el vamos. ¿Vamos? En eso estaba, ahí está el abrazo. Está bien, ya mi fiebre no me deja escribir, ¿Dónde? No te rías mamá, yo también te amo.