miércoles, 31 de diciembre de 2008

08.45 pm

Fue mi decisión la de no hacer balances, es que ya me cansa hablar de esas frustraciones personales. Ya ves, no digo que haya sido malo, es que es solo una fracción de tiempo, tiempo que en realidad no existe como nosotros decimos que existe.
¿ Cómo tratar de explicar algo dejando esa visión tan existencialista con la que circulo a todos los conceptos?.
En fin, supongamos que aceptando la situación como una cronología, trate de reducir toda esa fina línea a una seguidilla de hechos relevantes.
Sería tan imposible como la mismísima perfección. Es decir, no podría jamás definir esos momentos tan importantes despojándolos de sus olores, sus colores, sus sabores, de esos tonos de voz.
Y resumirlos en una frase, que al repetirla carecerá de sentido alguno, tanto para mí como para los demás.
Y no es que no lo haya hecho antes, es que afortunadamente comprendí que no es lo correcto.
Pasó, y seguirá pasando, porque eso es lo que el tiempo hace. El tiempo es la sustancia de la que estamos hechos 1.
No tarden en comprender que el tiempo es verbo, y a la vez un sustantivo intangible y adjetivo que define el hombre, y al mundo de los hombres en conjunto.
El tiempo solo existe en un plano literario, existe en la oralidad funcionando como una guía para organizar nuestra vida, sin razón concisa lo necesitamos. Necesitamos fraccionarlo, decir que ayer lloramos y nos caímos, para levantarnos hoy rejuvenecidos. Porque asombrosamente somos jóvenes y viejos, y eso también lo determina el intangible incoloro inoloro e insípido tiempo.
El tiempo existe en las letras, inspirando a los más célebres escritores y relatistas, dicen que es corto, largo, vertiginoso, difícil, eterno, sin enterder que no busca definirse, porque es él quién nos define a nosotros.
El tiempo nos hace cambiar, mutar, nos hace mejores o peores personas, nos hace felices o sumamente miserables, el tiempo nos hace crecer y despegar, el tiempo nos hace viajar y aprender.
El tiempo es así, sustantivo, adjetivo, es verbo ser y estar, como lo es permanecer y retornar, ir, volver, comenzar y por supuesto terminar.
Asi que no es el tiempo, ni una fracción de este lo que termina. Termina una parte de nosotros mismos, termina una seguidilla de hechos relevantes, terminan miles de recuerdos, terminan los olores, los colores y los sabores con los que comenzabamos a sentirnos cómodos, terminan para luego empezar terminan para volver a ser tiempo, para archivarse como pasado, para reducirse hasta ser un destello en la nada.
Terminan para ser ayer, antes de ayer, la semana pasada, el mes pasado, al año pasado, etcétera etcétera.
Pero no son tiempo, son solo nombres necesarios.
Recuerden que el tiempo es por sí solo, no lo inundemos de pesares ni lo engañemos con alegrías.
Y usamos sus adverbios sin querer, decimos siempre nunca y jamás.
Decimos terminar con las cosas, cuando en realidad ellas y el tiempo terminan con nosotros.
Esta parte de mi que se está yendo, se despide de si misma y todo lo que la hizo ser, se despide del tiempo, que ya la está reemplazando.
Comienza así a mutar todo lo que conocemos, y sin embargo parece ser igual, es que el tiempo nos engaña, trayéndonos recuerdos de lo que fuimos antes y todo lo que nos acompañó cuando eramos otros.
Toda la melancolía confluye en el tiempo. Todo lo que soy es lo que fui y lo que seré.

Miércoles 31 de diciembre del año 2008.
Y la necesidad de ubicarnos no en el tiempo, si no en nosotros mismos.








1- Jorge Luis Borges.