Yo volví a jugar con las luces del suelo en la autopista, con las sombras despegàndose, cercanas. Era la mayor satisfacción ver como un micro se pegaba al colectivo y las ocho tuercas de las ocho ruedas, de las cuatro que veía, de las dos que captaba, se me confundían con la canción preferida, se me perdían entre el lente y el iris.
A veces pensaba que mirar ese divertimento propio (o no tanto) me ponía feliz porque era como establecer una analogía con mi situación afectiva.
No lo se.
La culpa la tuvo una cajera de supermercado, fue a los 6,
yo me iba a robar un tomatito cherry, y me lo iba a comer, por supuesto.
Primero lo elegí entre muchos tomatitos, lo giré, lo miré y estaba por abrir la boca cuando escuché un : No!.
¿Tan terrible hubiese sido la satisfacción de lo inmediato?
Lo entendí tiempo después. Hubiese sido terrible.
¿ Si no era todavía el mejor tomate? ¿Y si la decepción tenía un tono verdoso e inmaduro?
O era un simple tomate, y lo único divertido era que diminuto, cabiendo en mi mano pequeña en ese entonces, casi perfecto para ser mío, no lo era.
Si, es cierto que la luna se achica, lo son también mi ganas de no volver a lo mismo de antes, es cierta la analogía y es cierto que no me gustan los tomatitos cherry, pero me encanta que quepan en mi puño,
pero me encanta que todo quepa en mi puño,
me encanta cerrarlo y clavarme las uñas en las palmas, sentir que queda mucho lugar para todo lo que decida tomar algún día.
Verlo en el aire, frenético como un puño izquierdo, como lo que es, frenético.
A mi los tomates microscópicos me decepcionan porque si no son prohibidos no saben a nada, y si lo son, saben más a desesperación que a tomate.
¿La cajera se habrá sentido con la autoridad que no tenía?
Me pone mal entender que el tomatito no era de ella, ella solo defendía creyéndose ama y señora de lo que en realidad no le pertenecía.
Me da lástima y me da rabia.
Ese tomate era mío, y lo perdí entre los demás dejándolo caer con cara de asustada.
Terminó en un estómago enorme seguro, a mi me hubiese llenado,
tenía seis años, fue una bruja.
Hoy sigue trabajando en el mismo supermercado y la sigo viendo, yo fantaseo con que recuerda la escena, pero seguro no se acuerda de nada y me mira porque yo la miro con tristeza.
O la miro sin nada, porque me dejó sin mi tomatito.
¿Donde está la luna? No se achicó nada, es que te estás yendo para otro lado,
no te hago venir hasta acá para mirarte como al tomatito. Te lo prometo.