domingo, 13 de septiembre de 2009

El último hongo en el prado.

Soy yo, tu fuerza vital, reflejándome en cada destello del brillo de tu pelo,
y también soy yo, tu imagen sensorial, recordándote la forma, el color, el sabor de todas las cosas que te apasionan.
Vengo a mostrarte un sendero, el que llega a la meta.
¿Ves el árbol ancestral de aquella punta?, ahí empieza el recorrido, que no te intimide, es el primer paso.
Sus centenarias raíces se levantan 3 metros por encima del suelo y extendiéndose en una circunferencia casi perfecta originan una concavidad, una símil cúpula; tenés que caminar entre ellas con los ojosbienabiertos, pero jamás se te ocurra mirar hacia arriba, todo el peso del árbol podría caer sobre tus párpados.
Una vez afuera vas a sentir el césped más suave que hayan sentido tus pies, es el climax que se adelanta a tu penetración.
Llegó el momento de distraerte, de abstraerte, de perderte, de salir del camino, Stop, de volver a encontrarlo, de retomar la última huella.
Atrás el árbol, atrás el verde, una ciudad inmensa se instala en el paisaje. Voluminosos bloques de cemento apilados se doblan para generar distintas perspectivas sin que gires la mirada, sentís que te encantaría que el punto fijo al cual estás apuntando deje de mutar, pero no lo hace, todo se transforma de maneras peculiares, y gira, y luego explota.
La ciudad se hizo cenizas.
Gruesas cenizas grises que ahora sopla el viento, y se las lleva, prendiéndolas fuego mientras las arrastra contra lo que era el pavimento de la granmajestuosamuertaciudad.
Era lo único que había quedado, pretérito pluscuamperfecto, ahora se resquebrajaba y dividía en microscópicas partes, el césped renacía.
Era la llanura pura clorofila, puro sol, puro rocío. Porque llovían prismas cónicos pegados a medias esferas, y eran de vidrio, y eran de gel, y quizás eran solo gotas de agua.
Tu felicidad se materializa en cada huella y tu cuerpo de cartapesta, al mojarse se iba desparramando, hasta quedar solo vos, vos con tu esencia, vos anclada en el prado, fagocitándote, vos feliz, las hormigas sintiendo una lástima errónea hacia vos, y las flores desdeñosas que te envidian en secreto.
Vos sos el único fungi en el prado, así de imperfecto tu radiante color y así de ornamental tu presencia en el medio de una extensión increíble de mundo, un poco de mundo-fondo y un poquito de vos-figura.
"¿La meta?, ah no, jamás existió tal cosa "